viernes, 8 de julio de 2022

Café corto con hielo

Han dejado preparado café y croissants encima de la encimera. Por la ventana que da a los tejados entra un sol impertinente que busca trepar por mi cara. La buhardilla está pintada de blanco, pero, la verdad, oyendo las carcajadas del día anterior cualquiera diría que retiene en sus paredes cada color que nuestras pupilas recibieron.

'Nuclear' lo sabía.

Tiene en la mirada la bondad de las personas a las que han intentado romper de una y mil formas, 
y aún así quieren hasta partirse el alma.

Salgo de casa; calzado cómodo y la cabeza puesta allí. Últimamente me pasa más de lo que quiero. 

Siento la ciudad ya mía. Mis pies acarician sus calles sabiendo que abrazan el hogar. Que vengo de la casa de los artistas y me voy derecho a lo más hondo de mis entrañas. Un rato después me encuentro escalando la Calle de las Huertas y noto retumbar en mis pulmones la música de otros días, el vino del otoño que diluvió sobre nuestras cabezas.. 
y pese a ello fuimos incapaces de percibir el frío.

Llego hasta una cafetería de Antón Martín y suena Pereza. Suelto al sentarme todo el aire que hasta entonces he ido acumulando en el pecho, que celaba como si fuera mío.

"Café corto con hielo, por favor", pido, para afrontar el mundo y el sueño. Café con hielo, para afrontar un año entero poniendo mis nervios al límite, desmoronando los latidos. De reojo miro a la camarera y soy incapaz de adivinar qué pensará de mí, que, tras la barra, ve cómo un chico con gafas destroza su boli a mordiscos, con la necesidad irresistible de mover las piernas mientras su móvil da un concierto en Mi menor de vibraciones.

Vuelvo a darle otra oportunidad al solano peleón que mira sobre Atocha. Entro en trance con el olor a fritanga de la calle y me dejo llevar por dos chicas que preguntan por la Plaza Mayor. Ninguna entiende nada. Finalmente señalan en el aire y hacen como que sí. La verdad y una mentira.

La cafetera no está preparada.

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