viernes, 19 de marzo de 2021

Y que sea de verdad


La memoria endulza las tristezas; hasta el cuchillo más afilado deja de cortar tras un cierto uso. No sé si cicatrizan las heridas o «aprendes a vivir con la desgracia a cuestas», que diría Delibes.

Todo avanza progresivamente según esa nueva teoría de evaluar sin cifras, porque nada es cero o diez, y a algunos días cuesta no sacarles decimales.

A lo que venga sólo le pido maletas vacías que ir llenando poco a poco, y uno o dos cajones en cada destino. Solo pido poder seguir abrazando a la gente que quiero.
A los míos, a los de verdad.

También, un cuaderno donde anotar esas cosas que empiezo a querer que no se olviden; cada vez confío menos en mi memoria. 

Pido cuerda, mucha, porque hay cometas que cuesta mantener a distancia y hay hilos que no quiero cortar. Y viento. Viento que despeine, que levante el vuelo, que nos saque la vergüenza; viento que no tire nuestras hojas, pero por el que merezca la pena perder los papeles. También estrellas grabadas en superlenta, fotograma a fotograma, y algunos ratos perdidos entre cuatro paredes y en horizontal.

Ojalá llegue; ojalá lleguemos. Y que sea de verdad. 

miércoles, 3 de marzo de 2021

Dejarse arder

¿Te has dado cuenta? Es difícil predecir los riesgos; controlar las consecuencias de una partida cuyas reglas se reescriben día a día.

Sospecho que somos un tanto pirómanos. Creamos un juego de cerillas y no pensamos que las brasas podrían consumirlo todo. A veces, si vuelas demasiado alto, ves chamuscarse tus alas; se despegan las plumas una a una, derretidas por el calor insoportable.

Arrastras la maleta por el centro de una ciudad que cada vez se siente más casa, quizá porque de vez en cuando cada domingo va seguido de un viernes y lo que queda entre medias es sólo un ir y venir entre paréntesis.

Cargas sólo con aquello que puedes coger.

Alguien debería advertirnos de lo apropiado de vaciar mochilas antes de querer volver a llenarlas; construir armarios en ese mar de oportunidades perdidas.

Dejarse arder,
y hacer.
Sin miedo. Como si un atardecer nos cayese encima.