Vengo de las noches sin cordura
y de los paisajes constantes.
Vengo de esa esquina de la habitación
que nunca te paraste a mirar.
Vengo dejando atrás el reloj y su tridente,
sin haberme despedido
de algunos cuerpos que aún me esperan.
Me dejé llevar por el viento
y sus ángulos imperfectos,
caminando con oficio,
obligando a cada hueso,
mientras escupía mi culpa en el trayecto
y recogía del desahucio a cada pájaro caído,
a cada cara que era una máscara.
Lo hice sin ser huida,
sin
ser
regreso.
Por eso ahora
solo vengo hacia la vida,
decidido,
aun sabiendo
el esfuerzo enorme que supone.
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